Dado el tema de base que desde la dirección de la revista Zarabanda se propone para este mes: la escolarización, hemos estado tentados de volver a disertar sobre las sociedades avanzadas de insectos, que como ustedes saben bien son pocas pero muy ilustrativas: hormigas, abejas, avispas, abejorros y “poco más”, frente a la inmensa mayoría de hexápodos que tienen vidas realmente simples en lo que refiere al aspecto social. Sin embargo, hemos desistido de hacerlo para no ser repetitivos con los ejemplos explicados en estos artículos mensuales y vamos a intentar hablar de algunos ejemplos muy poco conocidos.
Y éste es el caso de los dermápteros, las denominadas “tijeretas”, “pinchaoídos” o “cortapichas”, tan populares en la cultura popular como desconocidas en cuanto a su taxonomía, ecología y biología. En España se conocen 30 especies según un censo reciente del entomólogo gallego y doctor (urólogo) D. Javier Pérez Valcárcel y colaboradores, investigador que se encuentra entre los mejores expertos en este orden de insectos en la península ibérica.
Porque, en efecto, estos insectos, que aparentan tener vidas simples y a menudo nos repugnan o al menos producen un ligero resquemor porque pensamos que son potencialmente peligrosos (son totalmente inofensivos a pesar de su aspecto intimidatorio), esconden uno de los más curiosos casos de comportamiento por parte de las madres, que cuidan a la numerosa prole como si de una guardería se tratase.
Las tijeretas tienen metamorfosis incompleta, lo que quiere decir que los estadios juveniles son bastante similares a los adultos en su morfología, donde las ninfas ya presentan fórceps funcionales los cuales pueden ser usados como mecanismo de defensa. No presentan estado de pupa, es decir, la última muda ninfal originará un adulto con capacidad reproductora. Esta característica hace que tanto ninfas como adultos compartan el mismo hábitat y alimento y, por lo tanto, estén bajo las mismas amenazas bióticas.
En condiciones naturales, las tijeretas se aparean entre finales del verano y principios del otoño. Posteriormente, las hembras se entierran a pocos centímetros del suelo para ovipositar y cuidar los huevos durante el desarrollo, el cual puede tardar entre 4 y 5 meses. En este período los machos son expulsados por las hembras y es frecuente ver durante las noches una gran cantidad de machos en la superficie, los cuales terminarán muriendo cuando llegue el invierno.
Las ninfas comienzan a hacer vida independiente durante la primavera, donde las hembras adultas y las ninfas en desarrollo suben a la superficie y comienzan su vida epigea.
Las tijeretas almacenan el esperma del macho en la espermateca, y aunque pueden volver a aparearse, no necesitan una segunda cópula para volver a ovipositar. La cantidad de puestas viene dado por factores intrínsecos de cada especie, reflejados en el tipo de ovario que poseen y también por factores extrínsecos como la dieta y la temperatura.