La educación femenina en el antiguo Egipto

Texto: Yolanda Barreno Carnicero

En el Egipto antiguo la igualdad entre sexos ni se ponía en duda ni se discutía, porque los egipcios concebían el mundo de una manera dual y, en este sentido, los dos sexos eran imprescindibles el uno para el otro. ¿Cómo va a afectar esta ideología a la educación de las mujeres? En ese contexto la egiptóloga francesa Christian Desroches señala que las niñas de clase alta podían recibir educación desde los cuatro años (aunque lo más frecuente era a partir de los seis) e incluso alcanzar el grado de escriba al final del primer ciclo -cuyos estudios constaban tanto de gramática como de aritmética, matemáticas y geometría- y que pocas niñas accedían a la enseñanza especializada superior que se impartía en las Casas de la Vida. Pero la situación cambia ya en la época ptolemaica, cuando la mujer egipcia pasa a adquirir la situación de las mujeres griegas, perdiendo buena parte de los derechos de los que disfrutaba en épocas anteriores. En la Grecia clásica, las niñas eran criadas en la casa por las esclavas, prometiéndolas en matrimonio muy jóvenes (se casaban con 14 o 15 años) y no recibiendo ningún tipo de educación fuera de las labores consideradas femeninas, ya que, como apunta Teofastro, la educación de las mujeres debía limitarse “a lo que hace falta saber para dirigir una casa; una instrucción más avanzada las vuelve perezosas, más charlatanas e indiscretas”, y que su papel en la vida ciudadana era el de producir ciudadanos. No será hasta la época helenística cuando las mujeres comiencen a recibir, en algunas zonas como Teos, una educación similar a la de los hombres, siendo mayor la difusión de las escuelas públicas y considerándose la educación un factor de unidad entre todos los pueblos helenizados. Esta educación se estructuraba en tres niveles: la primaria, a cargo de un maestro o preceptor, la secundaria, a cargo de un gramático, y la superior, de la que se encargaba el retórico, siendo el primero de ellos el más extendido entre las mujeres, puesto que se desarrollaba entre los siete y los catorce años, antes de que ellas contrajeran matrimonio.

Esta educación primaria se desarrollaba en época helenística en escuelas que se desarrollan en todo el mundo helénico, centrándose las enseñanzas en leer, memorizar, escribir y contar. A partir de esa edad, cuando los niños ya saben leer y escribir correctamente, acceden a la secundaria, cuyos estudios se enfocan al conocimiento en profundidad de los poetas y escritores clásicos, y entre ellos fundamentalmente Homero (cuyo estudio se inicia ya en la primaria) con La Ilíada. Una vez superada esta etapa, se pasaba a cursar enseñanzas superiores con el retórico, destinadas principalmente al arte de hablar en público, algo que “es cosa de hombres” y que, por ello, desde el momento en el que la mujer estaba excluida de la vida ciudadana pública (su lugar estaba en la casa, de puertas para dentro), era una enseñanza destinada al varón.

Este sistema educativo griego, que se ha ido conformando a lo largo del tiempo, desde el período arcaico hasta el comienzo del período romano, serrá adoptado por los romanos con algunas modificaciones para adaptarlo a los valores de su propia sociedad. La influencia helena se remonta a tiempos de los etruscos y se acentúa enormemente tras las guerras de conquista de fines del siglo III

a.C. y durante el siglo II a.C.; con la anexión de Pérgamo en el año 132 a.C. Roma es ya un Estado bilingüe que recibe la influencia de la civilización cosmopolita de la época helenística, habituada a la exportación de unos valores que ya estaban implantados en Egipto. La aristocracia romana adoptó para sus hijos este modelo educativo, contando con preceptores griegos particulares como Livio Andrónico en el siglo III a.C., a quien se considera el primer maestro griego en Roma, u otros como Polibio o Diógenes de Babilonia en el siglo II a.C.. Paralelamente, surge también una enseñanza pública en griego que se imparte en escuelas y que alcanza tanto a niños como a niñas, si bien tiene un carácter profundamente aristocrático, destinándose exclusivamente a la población ciudadana y libre del Imperio  y teniendo un objetivo muy concreto: formar a los miembros de las oligarquías urbanas (razón por la cual era frecuente que los estudiantes cursaran la educación superior en los grandes centros urbanos).

Podemos concluir, por lo tanto, que en Egipto se seguía el modelo educativo en lengua griega, sin aplicarse su homólogo en lengua latina que sí se desarrollaba en las provincias occidentales del Imperio, manteniéndose la importancia del deporte y formando la educación parte de la vida pública. Siguiendo dicho modelo, son pocas las mujeres que pueden acceder a la educación secundaria, que pueden escribir correctamente en lengua griega y que conocen las obras clásicas fundamentales; una minoría que pertenece a la élite social egipcia helenizada cuya existencia fue aprovechada por la administración romana después de la anexión de Egipto en el 30 a.C., produciéndose una situación de bilingüismo y manteniéndose el griego como “the language of upward social mobility”.

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