La honestidad es hablar y actuar con sinceridad, es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo. Es un valor moral fundamental para entablar relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuo. Una persona que actúa con honestidad, lo hace siempre apoyada en valores como la verdad y la justicia, y no lo antepone a sus propias necesidades o intereses. Es una persona apegada a un código de conducta caracterizado por la rectitud y la honradez. La honestidad verdadera debería estar presente en todos los aspectos de la vida de una persona; se manifiesta socialmente, pero también en el entorno íntimo del individuo, de su vida misma, de su comportamiento coherente, donde sus acciones son consecuentes con lo que piensa, dice y predica.
Desgraciadamente, nuestro mundo no es un ejemplo y virtud de honestidad.
Nuestra interacción con los demás: en el trabajo, en el tráfico, en nuestra comunidad, en los estudios, no digamos en política. Como seamos aquí, así seremos en nuestra vida más íntima, en nuestras relaciones afectivas, de amistad y familiares; y en aquéllos aspectos de nuestra vida que no estamos obligados a compartir con los demás: nuestros sentimientos, gustos e intereses. Un individuo honesto, en definitiva, es ante todo, honesto consigo mismo y no se traicionará a sí mismo. Informar al vendedor que se ha equivocado a nuestro favor con el cambio (aunque casi nunca se equivocan en su contra), devolver a la persona el billete que se le acaba de caer sin notarlo, cumplir con nuestras obligaciones aún cuando nadie nos vaya a gratificar por ello, vigilar nuestras palabras en la medida en que éstas puedan herir o afectar a terceros, guardar discreción, asumir la responsabilidad de
nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales y transparentes en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra honestidad.
El deterioro, en cuanto a valores morales nos referimos, es cada vez más marcado en el mundo entero, en la sociedad. Tiempo atrás, la palabra lo era todo. No había necesidad de más. La conciencia, la reputación, la dignidad y la ética eran los pilares donde la honestidad se cimentaba y se creía en la gente. Con el paso del tiempo y la evolución de las sociedades, cosas como la ambición, el poder, el dinero, el status, la codicia y el éxito, empezaron a corroer eso que antes estaba al otro lado de una pared impenetrable. Hoy en día, hemos llegado al extremo donde el concepto de honestidad, se tiende a relativizar de tal manera, que como bien dicen, “el fin justifica los medios”.
El camino fácil se ha instaurado como la mejor manera de llegar a lo que se quiere llevándose por delante ética y valores. ¿Qué está pasando con nuestra sociedad?, ¿en qué momento empezó a ser más importante tener dinero que tener dignidad?, ¿en qué momento empezó a ser más importante quedar bien ante los demás, y fallarnos a nosotros mismos? Básicamente se ha dado un cambio de valores , que influye desde el momento en el que criamos a nuestras nuevas generaciones. Antes la palabra, la sociedad, la ética, el respeto y la autoridad eran valores; pero ahora lo que importa son el éxito, la competitividad, la mayor productividad y la perfección. Teniendo en cuenta que los seres humanos perseguimos ser aceptados por los otros a toda costa, nos adaptamos a los valores que generan aceptabilidad. Por eso hoy, ser el mejor y la necesidad de éxito, hacen que todo valga. En este ambiente de individualidad, los valores como el honor y la autenticidad, cada día están más perdidos.
Ya estamos inmersos en plenas fiestas, ya huele a Navidad, ya nos llueven los abrazos y los buenos deseos; sin embargo, ese despliegue de ternura, solidaridad y generosidad que tan poco nos cuesta mostrar en esta época del año, quizá no haya sido lo mismo el tiempo vivido anteriormente. En este mundo marcado por la turbulencia, por la inseguridad, por las tensiones de la lucha diaria para sobrevivir, existen unos momentos donde podamos encontrar un espacio de conciencia, alrededor de un éxito incluyente que genere ganancias, no sólo para un individuo, sino para quienes están a su alrededor. Siempre hay una esperanza de cambio.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com