¿Envejecimiento activo o productivo?

En estos momentos para la historia, que se prolongarán durante años, visto el vértigo de los cambios en los discursos políticos internacionales, convendría activar la sensibilidad y la cordura para ubicarnos en la realidad que encierran los términos con los que, de forma recurrente, la ultraderecha gana terreno.

Las barbaridades se viven hoy como una especie de juego, de divertimento, de envalentonamiento fanfarrón donde la sensatez y el conocimiento brillan por su ausencia, tanto, que pareciera mantenernos como espectadores de un gran show absolutamente distópico, delirante, grotesco y casi pornográfico.

Digo esto porque lidiando a diario la batalla cibernética en redes sociales donde jóvenes “triunfadores” de poca monta y menos conocimiento, nos aleccionan sobre cómo dejar de ser imbéciles trabajadores y trabajadoras asalariados para convertirnos en nuestra edad jubilar en pensionistas, resulta que la estupidez y la ignominia es comprada a granel por el personal, expectante ante la posibilidad del pelotazo y la ostentación de lujos macarras escenificando el triunfo, afeando el trabajo por cuenta ajena y la jubilación con categoría de fracaso.

Llegados a esa edad donde la partida presupuestaria del estado procura la retribución ponderada según la cotización de cada cual, nos miramos o miraremos al espejo con evidentes signos de envejecimiento que ya el tiempo nos iba advirtiendo. Desde ese momento, si la salud acompaña, con toda seguridad una diversidad de sensaciones convergerá para intentar reubicarnos ante una situación completamente novedosa ¿Somos ya viejos por el hecho de haber entrado en edad de jubilación? ¿podré hacer lo que siempre quise y nunca pude? ¿Estoy amortizado…?… Éstas y otras muchas cuestiones que no alcanzamos a saber rondarán de forma persistente.

En una Europa que, a duras penas, sigue manteniendo en la medida que el entorno cambia las políticas sociales como un valor, la mirada sobre las personas que sobrepasan los 65 años apuestan por un envejecimiento activo; esto es, por un escenario que propicie el desarrollo y mantenimiento de las personas de más edad, dentro de unos parámetros de actividad física y mental capaz de seguir contribuyendo a la sociedad en la que viven, dejando que sobre ellos gravite la sensación de seguir siendo útiles a pesar de los años.

A propósito de esto cabe, de forma inicial, pensar en un envejecimiento saludable y participativo, sin embargo, habría de tenerse en cuenta las posibilidades y recursos con los que cada persona cuenta y con aquellos que las instituciones ponen sobre la mesa para que esto sea una realidad. Las necesidades e intereses no son los mismos para todo el mundo y, dentro de esto, poco favor se hace si las políticas que se implementan tienden a una serie de actividades ocupacionales con las que matar el tiempo.

El temor que puede rondar, haciéndonos eco de la insistencia con la que los medios de comunicación donde el capital de fondos buitre forma pare de los consejos de administración, tiene mucho que ver con la demonización de las personas jubiladas y mayores que parecen ser los peones sobre los que se carga la culpa acerca de la imposibilidad de mantener los recursos individuales y colectivos para una actividad plena.

En efecto, la persistencia sobre la inviabilidad futura del sistema de pensiones nos pone sobre aviso, pero acaso no somos capaces de entender cómo estos mismos que auguran el peor de los escenarios para la retribución de las pensiones, resultan ser los mismos que sí son capaces de predecir un buen futuro al sistema privado de los planes de pensión… sencillamente absurdo dado que los recursos económicos tendrían que salir del mismo lugar, es decir del bolsillo de quien contribuye.

Un temor añadido y derivado de lo anterior, bien pudiera venir del sobrecogimiento que esto provocaría en la población, advirtiendo la necesidad de seguir siendo productivos con el fin de procurarse los recursos propios.

Y es que, habiendo podido observar que en economía y política no se da puntada sin hilo, la sospecha no es infundada y bien pudiera encerrar todo este paraíso futuro que parecen querernos vender que, en el fondo y la superficie, a nadie importa la confortabilidad de los mayores tras décadas de trabajo y una bien merecida jubilación cotizada, sino bien al contrario, la idea de alargar los años de labor en las mejores condiciones posibles. Pece ser que la productividad lo demanda. Y es que, bien estaría que ese alargamiento de la actividad retribuida fuera por decisión propia -no vamos a esconder que hay actividades que lo permiten y serían un valor- Pero malo sería que la actividad y la necesidad de mantenerse activo lo fuera por necesidad, por miedo o por sentirse excluidos fuera del sistema productivo, que parece ser la única variable que otorga valor.

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