El usar bien lo que sea mínima inteligencia (sensibilidad, vida, razón, etc.) es el mismísimo bien, aunque es la razón lo único que puede determinar en bien un equilibrio social.
Pensemos, razón o el tener razón es algo muy complejo y, por las capacidades que requiere (carencia de confusiones o de engaños, etc.), a la vez es muy difícil en pura inteligencia. Además, ahí hace falta en verdadero no engaño o compromiso ético, una verdadera probación o evidencia de coherencia personal y una verdadera fidelidad a los preceptos que exige la razón… o la verdad luchada con únicamente razón.
Comprendamos, existe la DECENCIA pero, por práctica o de manos de alguien, antes existe el TENER DECENCIA. Existe la sensatez pero, gracias a alguien, antes existe el tener sensatez. Existe la sabiduría pero, sin engaños posibles y con unas evidencias que ya aporta alguien, antes existe el tener sabiduría.
Sí, eso es muy lógico: Lo único que garantiza el que alguien tenga un VALOR DE BIEN es que, tal valor de bien, esté siempre fiel o correctamente desarrollándose por él con respecto a lo que ése valor significa-representa de bien en la sociedad.
Más claro, el tener razón no es simplemente el decirlo o el aparentarlo o el presumirlo o el publicitarlo o el imponerlo con algún poder o con alguna presión no ética, ¡no!, ni siquiera el tenerlo ya concedido o avalado socialmente. Eso es, sin duda no es un logro-título que te dan otros, ¡no!, ¡no!, sino es una real meta de concienciación tuya, ¡tuya! Y de conciencia de no engañar a nada ni a nadie.
Y cuando ya se consigue tener o estar lleno (en tu mente) de racionalidad, lo que realmente se consigue es que ni una sola sinrazón-mentira ya gane o se beneficie en lo que vas diciendo “desde y con tu mente”. Exacto, la esencial consecución es y será siempre primero de digna depuración, esto es, sí, de que alguien consiga un deshacerse de óbices de ignorancia o de no razón. No más.
También, de manera popular o masiva, ese logro es muy parecido al que se consigue de separar lo claro de lo turbio, al que se consigue de separar el grano de la paja, en efecto, de lo que de verdad impide que se desarrolle algún valor ético y, en este caso, la racionalidad. Es decir, claramente se trata de que, cuando tú practiques el valor concreto de la decencia, ahí y sólo ahí nunca impulses o alimentes a la vez valores de corrupción o unos tóxicos a la misma decencia. Obvio.
Por ello, el tener razón (como verdad) necesita aún más… de un tú cuidarte de no ser amigo de sinrazones, sí, que esa manida presunción que ya tienen todos de ser grandes amantes de la sabiduría, de ser grandes elocuentes, de ser grandes doctos, etc., pero quedando todo eso en irrealidad o en una no fidedigna-limpia buena voluntad.
También, por último, el que tiene razón (sólo porque ha querido decentemente tener razón) debe presentar un currículo (en esfuerzos realizados) de que él sí honradamente se ha preocupado mucho en su vida en tener razón… para hacer lo correcto o para no hacer daños ni a la gente ni a la naturaleza. He ahí que ya, así, ha tenido necesariamente buen corazón para, luego, tener verdadera razón, con unos empeños de buen hacer, ¡sin engaños!
Por seguro, es la vida la que demuestra, ¡ya como base!, pues debe evidenciar un ser humano en su misma vida que ha luchado o que ha amado a la verdad o a hacer siempre lo correcto, ¡sin engaños!, que no es poco.