OPINIÓN

El Ayuntamiento de la incoherencia se manifiesta por una cosa

El Ayuntamiento de la incoherencia se manifiesta por una cosa y hace la contraria

La situación del mercado de la vivienda se ha convertido en un asunto político y social clave. Hablamos de un derecho constitucional, de un fenómeno que afecta drásticamente a nuestras vidas, en decisiones tan importantes como independizarse, tener hijos o cambiarse de ciudad ante una oportunidad laboral. No es una cuestión para frivolizar. Los políticos con responsabilidades de Gobierno tienen la obligación de atender el problema, y tomar medidas que permitan un mejor acceso a la vivienda sin dañar la seguridad jurídica.

Pero hay políticos que, incapaces de solucionar los problemas desde sus despachos, prefieren irse a la calle a gritar eslóganes más o menos ingeniosos. Es, lamentablemente, el camino que ha elegido la alcaldesa de Rivas Vaciamadrid, Aida Castillejo, que, parapetada tras una gran lona de Izquierda Unida, se manifestaba el pasado domingo 13 por las calles de Madrid. Según puso en un tweet, se trataba de “proteger a la ciudadanía garantizando vidas y viviendas dignas para todos”.

Pero más allá de eslóganes y de manifestaciones en Madrid, aquí en Rivas Vaciamadrid tenemos muy claro cómo actúan con la vivienda y el urbanismo Izquierda Unida y sus socios. También sabemos, desgraciadamente, qué efectos tiene su sectarismo. Y las consecuencias las pagamos todos.

¿Se acuerdan de ‘Rivas, párate a pensar’? Con ese parapeto fraudulento y la promesa de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana -del que de momento no tenemos ni el avance-, hace ya tres años que paralizaron la concesión de licencias. Apuraron los plazos todo lo que les permite la ley, pero ahora, levantado ese veto, la situación de parálisis continúa siendo casi igual.

No podemos ser ingenuos: no quieren más viviendas. Pretenden cerrar la ciudad, temerosos de que más crecimiento, nuevos vecinos, hagan que, esta vez sí, ya no solo pierdan las elecciones municipales, como pasó en 2023, sino también pierdan el poder. Y creen en un urbanismo soviético, donde el poder -ellos, claro, que son el pueblo- dice cómo debe vivir la gente. Todo controlado, todo en su redil.

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