La batalla del Jarama y El Altavoz del Frente

El Altavoz del Frente

La batalla del Jarama se desarrolló entre el 6 y el 27 de febrero de 1937. El ejército sublevado se inclinó por una estrategia de cerco sobre Madrid, desplazando tropas desde los frentes del norte para impedir que la capital siguiera recibiendo suministros desde Barcelona y Valencia y mantuviera corredores libres, que el Gobierno de la República consideraba estratégicos. El diseño de la operación incluía cortar el acceso hacia Valencia y, ascendiendo hacia Alcalá de Henares, cortar la vía que comunica la capital con Barcelona. Las unidades republicanas se reagruparon al mando del general José Miaja, consiguiendo evitar el avance hacia Arganda, tomando posiciones en Rivas y en Vicálvaro, gracias al apoyo de cinco brigadas de brigadistas internacionales.

Los brigadistas pertenecieron a 54 nacionalidades, y aunque parte de la organización de estos se realizó a través de los partidos comunistas locales, muchos llegaron a sufragar los gastos del viaje de sus bolsillos. Las cifras totales se mueven desde los 36.000 a los casi 60.000, aunque en todo caso, según el estudio realizado por el historiador Jaume Claret, se cree que nunca estuvieron simultáneamente en España más de 20.000 brigadistas, de los cuales el 80% serían obreros sin formación militar. En lo que parece no haber duda es en cómo de dramática resultó la batalla del Jarama para estos idealistas, que vinieron a nuestros pueblos, desde sus lejanas geografías, a dar su vida. Unos 11.000 hombres fallecieron en la batalla de los que más de 3.000 fueron brigadistas, un 11% de todos los que pasaron por España.

El Alto Mando republicano lo formaron tres prestigiosos militares: los generales Miaja y Sebastián Pozas Perea, y el comandante Líster. Participaron las Brigadas Mixtas 17.ª, 18.ª, 19.ª, 23ª, 24ª, 45ª, 48ª y las Internacionales XI, XII y XV. Formaban un contingente de infantería de unos 30.000 soldados, con unos 30 carros de combate rusos, los T-26. Al mando, los coroneles Eliseo Chorda, Ricardo Burillo Stholle, Álvarez-Coque y el teniente coronel Fernando Casado Veiga. La fuerza aérea estaba compuesta por Polikarpov I-15, los famosos «Chatos», Polikarpov I-16, los «Moscas», Polikarpov RZ, los «Natacha» y Tupolev SB-2 «Katiuska», todos soviéticos.

Por su parte, los sublevados contaban con unos 40.000 hombres y más 50 carros de combate. Participaron la División Reforzada de Madrid, dirigida por Luis Orgaz Yoldi. Dentro, estaban las brigadas I (Ricardo Rada Peral), II (Eduardo Sáenz de Buruaga), III (Fernando Barrón Ortiz), IV (Carlos Asensio Cabanillas) y V. En ellas, estaban integradas unidades de la Legión, Regulares, Unidades Panzer I (con 55 carros alemanes), además de infantería, artillería, artillería antiaérea, unidades antitanque y zapadores. Cabe destacar la presencia de una Bandera de la Legión de voluntarios irlandeses al mando de Eon O´Duffy. La fuerza aérea franquista disponía de Junkers-52/3m y de los cazas Fiat CR.32, «Chirri», que recibieron serios reveses, debido a sus peores prestaciones. Sin embargo, la adopción de nuevas tácticas y el reemplazo por tripulaciones más combativas inclinaron la balanza hacia los sublevados. El Alto Mando de toda la operación lo formaron los prestigiosos generales José Enrique Varela, Luis Orgaz Yoldi y Ricardo Rada Peral.

Parece evidente que se enfrentan dos fuerzas desiguales, con una clara ventaja numérica y tecnológica de los sublevados y más teniendo en cuenta que el ejército franquista tenía más experiencia militar, mientras los milicianos contaban con una escasa formación en las trincheras. El estancamiento en el avance y la estabilización del frente hizo que, después de varias semanas de derramamiento de sangre, ningún bando obtuviera ventaja alguna, lo que contribuyó a prolongar aún más la guerra, diezmando a ambos ejércitos.

“Jarama Valley” es la canción que más entonaron los brigadistas. Esta composición nos ayuda a comprender la propaganda que ambos bandos emplearon y cómo la música se convirtió en un elemento esencial de esta. Nadie sabe cuándo se empezó a utilizar la cultura como arma de guerra; pero la guerra civil marcó un antes y un después en las técnicas de agitprop empleadas para elevar la moral o debilitar al enemigo. La mejor operación propagandística de la Guerra Civil fue la que organizó el gobierno al encargar a Picasso su obra “El Guernica”, para el frontispicio del pabellón español en la Exposición Universal de París. La cultura se convirtió en una prioridad, sabiendo su poder propagandístico; se crearon comisariados culturales, con el fin de realizar todo tipo de actividades que tenían una doble finalidad, propagandística y cultural: teatro en el frente, periódicos murales y recitales poéticos. Se cuidó estéticamente la impactante cartelería de los partidos, así como los mensajes, y se fundaron revistas literarias: Hora de España, por ejemplo, o la de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, El Mono Azul. El Congreso de Intelectuales Antifascistas, que se celebró en Valencia, atrajo a artistas de todo el mundo, para apoyar la República y denunciar el horror del fascismo.

El «Altavoz del Frente» es como genéricamente se conocían las emisiones radiofónicas que se escuchaban en los frentes. Con medios escasos, no solo se escuchaban los partes de guerra, sino que también se organizaron charlas, coloquios, entrevistas y lectura de poemas, muchos de ellos los populares romances, que dieron a conocer muchos escritores anónimos. Durante el asedio de Madrid la emisión «Madrid en armas» fue de las más escuchadas. La FUE, Federación Universitaria Escolar, impartió clases a través de la radio y se llegaron a retransmitir clases universitarias, colocando sobre un poste de telégrafos un altavoz cuyo micrófono estaba en el aula de Ciencias Sociales de la Universidad Popular. Así mismo, el Comisariado de la Guerra encargó la instalación de emisoras y la elaboración de programas destinados para la zona rebelde, teniendo como objetivos desmentir las noticias difundidas por las radios fascistas y dar publicidad a noticias extranjeras. La radio suplía las carencias y las dificultades de obtener revistas en los frentes, publicar y distribuir material impreso, de mala calidad y costoso en tiempos de guerra.

El «Altavoz del Frente» nace por orden del Subcomisionado de Propaganda del Ministerio de Guerra. Se inauguró el 14 de septiembre de 1936, con una emisión diaria a las nueve de la noche, a través de Unión Radio. Una voz recordaba: «Información y propaganda para el pueblo en armas», y su actividad superó con creces lo meramente propagandístico. Bajo la dirección de este órgano se realizaron exposiciones, talleres y actividades teatrales, así como proyecciones cinematográficas. La programación fue inaugurada con una intervención de Jesús Hernández, el ministro de Instrucción Pública. Un sinfín de artistas colaboraron: Bergamín o Alberti participaban activamente, así como Miguel Hernández o Petere, con sus famosos romances. Participaron en la musicalización Chapí, Halfter y Casal y Palacios, nombres reconocidos mundialmente. A los pocos días de la creación del Altavoz del Frente, la voz del locutor rogaba a todos los poseedores de aparatos de radio que subieran al máximo el volumen de sus receptores, para que sus emisiones llegaran al mayor número posible de gente, que al terminar escuchaban la Internacional.

En el documental Tierra de España realizado por Joris Ivens, en 1937, con guion de John Dos Passos y Ernest Hemingway, se explica cómo funcionaba la primera “unidad” móvil de radio en España, que se inaugura en septiembre del 36. Sobre un camión blindado que se desplazaba hasta el frente, se había instalado una antena gigante, capaz de emitir a 15 km. La radio también permitió las «llamadas de socorro», que, a modo de cuñas publicitarias, apelaban a encontrar a personas desaparecidas o a establecer determinados contactos entre milicianos. Era una forma de servicio público, lo que es un precedente muy claro de lo que actualmente es también la radio.

No se han conservado tantos documentos sonoros como nos gustaría. Las emisiones eran circunstanciales y en riguroso directo. Es cierto que muchos textos recitados nos han llegado a través de su publicación en revistas o en periódicos murales, que recogían también el contenido de esas emisiones. Es verdad que la labor propagandística era trasladar eslóganes y mensajes sencillos, pero se superó con creces esta primera intención, realizándose en el bando republicano, y con medios muy precarios, una labor cultural sin precedentes.

Artículo de Luis Quiñones. Más divulgación cultural en nuestro podcast: www.elabrazodeloso.es

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