La Real Academia Española define el feminismo como “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”.
¿Quién puede estar en contra de defender la igualdad de derechos entre hombres y mujeres? ¿Quién puede querer perseguir y descalificar a quienes luchan y defienden una igualdad real entre hombres y mujeres? ¿Quién? La respuesta a estas preguntas debería ser obvia y directa, sin titubeos, debería ser: nadie. Pero lamentablemente, en pleno Siglo XXI, hay quienes, intencionada e interesadamente, pretenden tergiversar y manipular la realidad atacando y difuminando la imagen del movimiento feminista, lanzando el falso mensaje de que el grito por la igualdad es un grito contra el hombre. Esta manipulación y ataque es la reacción de quienes se sienten molestos y agraviados con los avances de la mujer, molestos con el avance en la equiparación de derechos de las mujeres con los hombres. Es la reacción de quienes prefieren seguir anclados al pasado aunque ello signifique la discriminación de la mujer por el simple hecho de ser mujer. Es la reacción de aquellos a quienes les incomoda que el 8 de marzo las calles se llenen con el color de la igualdad.
Aunque haya a quienes les incomode, hay razones más que sobradas para salir a la calle y defender la igualdad como un asunto transversal, hay razones más que suficientes para denunciar que todavía queda mucho por hacer para lograr la justa y necesaria igualdad, hay razones de fuerza para afianzar los avances ya logrados, no sin esfuerzo y años de lucha por parte de las mujeres, frente a aquellos posicionamientos políticos que ahora pretenden eliminarlos. Hay razones suficientes para no dejar que nadie pretenda enturbiar o borrar del calendario una fecha tan señalada para las mujeres como es el 8 de marzo.
La discriminación por el hecho de nacer mujer sigue estando presente. Por ejemplo, desde el punto de vista laboral sigue existiendo una brecha salarial en detrimento de las mujeres, los techos de cristal continúan haciendo que los puestos de mayor salario y responsabilidad estén copados por hombres, la maternidad aún puede ser un obstáculo para el acceso o la promoción profesional en el empleo, el trabajo doméstico y de cuidados de la familia sigue teniendo mayoritariamente firma femenina, siendo un trabajo en demasiadas ocasiones no reconocido, mal pagado o bajo el paraguas de la economía sumergida.
También comprobamos que en la desigualdad entre sexos está la raíz de la violencia de género, una lacra social que ha acabado con la vida de 984 mujeres desde 2003, por lo que resulta inadmisible que haya quien pretenda confundirla con violencia doméstica, pretendiendo invisibilizar así su carácter machista. Igual de inadmisible que el hecho de pretender que las mujeres no podamos decidir libremente sobre nuestra maternidad, haciendo que retrocedamos a tiempos pasados.
En definitiva, es una evidencia que las mujeres vivimos en una desigualdad manifiesta ante la que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Alzamos la voz cada 8 de marzo porque nos queremos vivas, iguales y libres. Pero que nadie intente manipular, que nadie pretenda cuestionar el feminismo para devolvernos al pasado. Defender la igualdad entre hombres y mujeres, no es ir contra nadie, es ir a favor de toda la sociedad.