OPINIÓN

Arquitectura “versus” Urbanismo

La arquitectura es la disciplina que se encarga de diseñar, planificar y construir todo tipo de edificaciones. Puede ser una casa, un edificio, una institución o cualquier espacio, ya sea público o privado.

Los arquitectos son responsables de encontrar equilibrio entre solidez, belleza y funcionalidad. Una edificación debe ser visualmente agradable y a la vez considerar los objetivos funcionales y resistentes para los que se creó, facilitando la vida a quienes se benefician de ésta.

Mientras que la arquitectura se encarga de trabajar edificaciones independientes, el urbanismo abarca todos los elementos de una ciudad. Entre estos podemos incluir, además de las construcciones, las calles, las áreas verdes y el entorno urbano en general. En el urbanismo también es importante considerar que se han de satisfacer necesidades no solo cuantitativas (superficies de suelo aptas para las actividades humanas, dimensión de viales suficientes para la demanda de movilidad rodada, ciclista y peatonal, reservas de espacio necesario para un crecimiento razonable de las ciudades) sino también cualitativas (y aquí interviene  la calidad de los espacios que se han de urbanizar, no sólo técnica, también estética, debiendo proporcionar a quienes habitan las ciudades una experiencia que permita la apropiación de los espacios y su identificación con los mismos, también con aquellos que se han de conservar en su estado natural), además debe tener en cuenta la adecuada relación y conexión entre los espacios.

Tal y como se indica en la exposición de motivos del Anteproyecto de Ley de la Arquitectura y la Calidad del Entorno Construido, “apostar por la calidad arquitectónica, tanto en el entorno urbano como rural, supone reconocer, en primer término, la dimensión cultural, como prestación intelectual, artística y profesional, de una disciplina que incide transversalmente en múltiples aspectos de la sostenibilidad”.

De esta forma la arquitectura podrá ser apreciada como una manifestación cultural que aporta valor añadido a la sociedad. Por ello un buen proyecto de arquitectura debe hacer antes un estudio para que las nuevas edificaciones revaloricen el lugar donde serán construidas, integrando los edificios en el entorno en que se encuentran de forma adecuada y contribuyan a la  transformación y mejora urbana.

Para lograrlo, se deberá tender a  la reducción del uso de materias primas, a minimizar la generación de residuos y a reducir el consumo energético, lo cual es fundamental en el cuidado y la preservación del medioambiente. De esta forma integrar nuevos elementos sólo será posible si favorecen la sostenibilidad, algo imprescindible en la actualidad, lo que supone también reconocer el valor económico de la arquitectura, no sólo por su contribución a la generación de empleo, sino también desde el punto de vista de la resiliencia y de la economía circular.

Gracias al trabajo en conjunto de la arquitectura y el urbanismo es posible tener no sólo ciudades estéticamente bellas, sino que cumplan el requisito de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Estamos redescubriendo temas como la participación ciudadana o el activismo de la ciudadanía. Eso nos lleva a preguntarnos qué capacidad tienen las ideas de transformar la realidad. La sostenibilidad, la cohesión social, el problema del consumo del suelo son paradigmas que tradicionalmente estuvieron ausentes de los protocolos de cualquier figura de planeamiento. Afortunadamente, se está implantando una nueva política favorable a rehabilitar, regenerar y renovar tal y como reivindican tanto la ley de Suelo y Rehabilitación Urbana de 30 de octubre de 2015 como la Agenda Urbana Española aprobada el 22 de febrero de 2019.

Cada gestor público quiere plasmar su idea de ciudad y hacer lo que considera oportuno, pero es complicado hacer ciudad en cuatro años. Por eso es importante fomentar más debate y diálogo.

La planificación urbana es el instrumento de gestión pública que regula las condiciones de desarrollo urbano, es decir, regula las condiciones de uso y ocupación del suelo, determina derechos de desarrollo y mecanismos de intervención pública y participación del gobierno de la ciudad en el desarrollo urbano.

Aquí entramos en el Rivas que queremos para el futuro.

Tenemos que pararnos a mirar la ciudad ya existente frente al nuevo desarrollo. Cada vez hay menos suelo que ocupar y más costes, y por eso hay que recuperar esos barrios antiguos, inaccesibles y con problemas de eficiencia energética, como es el caso de la zona de Covibar. Otros retos se enfocan en la movilidad y en garantizar el derecho a la vivienda limitando el precio del alquiler. El transporte público debe ser útil para ganar tiempo, un transporte público sostenible y ecológico que permita responder a la necesidad de la eliminación de los coches de las ciudades.

La construcción y las calefacciones suponen un gran problema de contaminación. Debemos apostar por los nuevos crecimientos urbanos utilizando materiales de construcción 100% reciclables, pudiendo así bajar el impacto de la huella constructiva con el entorno.

El Planeamiento urbano, hoy por hoy, consiste tanto en llevar a cabo un desarrolló más o menos lógico de la ciudad y además mostrar a las colectividades que vivirán en primera persona ese urbanismo. El urbanismo también se ha vuelto democrático, ya que son esas colectividades que van a vivir los cambios en el desarrollo urbano las que deben aprobar las modificaciones urbanas llevadas a cabo por sus representantes políticos.

Pilar G Alonso, Concejala de Urbanismo y Vivienda

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