Cómpreme usted esta noticia… que le cuesta un dineral

Hubo un tiempo en que la expresión “matar al mensajero”, cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos allá por la edad antigua, continuando durante el medievo hasta llegar nuestros días ya con carácter peyorativo, retrataba más el cinismo del culpable que de aquel que lo anunciaba la mala nueva. Resultó ser una forma de significar y casi legitimar la independencia del emisor frente a cualesquiera que fueran las noticias que el  mensajero trajera, dando por hecho la imparcialidad de éste y, sin duda su inocencia. Qué tiempos aquellos. 

Como dijera aquel que lo dijo, no hay que buscar en tierras lejanas ni lugares recónditos, ni hacer historia para recordar cuántas han sido las veces y las voces que han culpado como delator al emisario ante la denuncia de una malversación, cohecho o prevaricación, poniendo bajo los focos y opinión pública la atención acerca de todo aconteció o estaba  aconteciendo en múltiples episodios de los que hemos sido testigos. El cuajo llegó al extremo de intentar convencer a la ciudadanía de lo inoportuno que llegaba a ser dar testimonio de la evidencia…

Pero aquellos eran otros tiempos. Tiempos en los que nos creímos que los medios, cada cual, interpelando a su parroquia con el esmero necesario para ser entendidos en virtud de la voluntad para entender, mientras  otros hacían de ese esmero una línea editorial de retórica pseudointelectual y calculados cachetillos de vaga autocrítica con los que fidelizar a un ala acomodada, pero con aspiraciones y dialéctica progresista puesta en boca y rara vez en práctica.

Claro que teniendo ante sí la gran tajada que se adivina al plantear un vistazo a los medios de comunicación, mentiría si dijera que no resulta tentador abrir el melón que supone volver a comentar lo evidente; la bajeza de muchos mal denominados periodistas, lo inmoral de algunos directores de informativos, la canallesca camorrista pagada en tertulias para desesperar a quien argumenta, noticiar a sabiendas una falsedad dada por verdad con fines destructivos defendiendo al embaucador con ademán de capo y patilla imperio. Y es que al menos se espera que el mensajero nos cuente las cosa como cantaba Chavela Vargas “… que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentiras…”

Pero la tentación hay que salvarla, dejarla, abandonarla y no caer en sus brazos hasta enredarnos en los pormenores, que quien quiere ya sabe y quien no sabe seguirá sin hacerlo manteniendo a coces la distancia del emisario sin complejos en la verdad. 

Y en ese discurrir intentando salvar la tentación la gallardía pronto se amilana para descubrir que, no por tentador, sino por evidente, el giro no deja lugar al abordaje de otros territorios. Tanto meandro para evitarla y en cada uno de ellos asoma lo mismo con formas diferentes. En efecto, si las posibilidades y privilegios de los que siempre disfrutaron los medios, advirtiendo en ellos una especie de púlpito secularizado, animaron a los diversos poderes a establecer una relación de connivencia y denuncias pactadas, no es menos cierto que la capacidad de divulgación  e incidencia a través de medios audiovisuales y digitales hizo saltar las alarmas.

La extorsión comercial subyace en todo de muy diferentes modos de forma directa e indirecta. Los pactos de no agresión desde el medio hacia el anunciante son conocidos, la ruptura de relaciones comerciales con aquellos que osaren en pactar o financiar medios dispuestos a “levantar la liebre” fue otra sutil manera de cercena cualquier intento de divulgación en libertad. De ahí a que el músculo económico decidiera maquillar sus propósitos inventando líneas editoriales para consumo de los diferentes segmentos de población, todo es una misma cosa. Nada no publicado o emitido existe haciendo con ello componendas y opinión de tales despojos.

De tal forma, la red se complica para el advenedizo y el ciudadano medio. Y así, las grandes corporaciones forman parte de los consejos de administración de las múltiples plataformas, son dueños y no vacilan en dirigir la atención y opinión sin el más mínimo pudor y ante la mirada atónita de quienes ponen sobre la mesa el análisis comparativo. Algunas de las revistas científicas más relevantes son financiadas por los laboratorios y empresas que posicionan sus publicaciones como indexadas ofreciendo el rango de rigor necesario para desacreditar cualquier investigación no rentable ni sujeta a patente…en fin.

En la cúspide de la decadencia, donde las pequeñas cosas parecen cosa de poco y de antiguo la noticia podía llegar a ser favor, ahora es mercancía. Seguimos reverenciando la grandeza, la hostilidad y la fuerza como principio de autoridad, lo inaccesible que denota poder -como apuntara Michael Foucoult- mantiene el atractivo de verse reflejado en ello con categoría de verosimilitud. Nada mas certero y libre de toda sospecha…Y si todo ello lo podemos comprar, pues nada mejor. De hecho, es ese escondido brazo cultural llamado postmodernidad -en la que ya no estamos- quien nos arenga a comprar la llegada en vez de llegar a ella. 

La notica se escruta, la divulgación se atiza según conveniencia y, en esas cosas menores, aparecen minoristas ya convertidos en mayoristas que propician la compra. Nada es expuesto en medios de divulgación masiva sin haber pagado. La notica no llega a la mesa de redacción. La noticia se crea, se inventa y se interpela con ella  a la audiencia dando a conocer aquello que ha sido pagado. Los mánager de comunicación han establecido un muro entre la noticia y el medio. Ninguna redacción se dejará tentar, más allá de los grandes temas que cada día tienen lugar y resultan inevitables, a publicar un solo hecho no pagado. La llamada al medio ha dejado de existir. Libros, películas, conciertos, discos, o cualquier otro  tipo de eventos y convocatorias, son dadas a conocer como quien despacha raciones de popularidad a modo de producto comprado al que se ha puesto atuendo, máscara y maquillaje de noticia. O es que nadie de ustedes se ha preguntado por qué siempre aparecen los mismos y mismas, por qué una película es cierre de telediario en vez de todas, por qué el lanzamiento de un disco tiene espacio en informativos y no otros…Pues eso.

Juan Antonio Tinte

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