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La sangre hierve (El rojo corazón del escorpión) Capítulo XXX

Me encuentro sentado. Codo apoyado sobre la rodilla ¿Pensativo? No, qué más quisiera.

  • ¿Qué puedo hacer? —¿a quién hablo? Me sorprendo a mí mismo hablando solo.
  • ¿Por qué estoy tan perdido; algo de esto tiene sentido? —pero… ¿Estoy loco o qué? (pienso)— Se resbala la barbilla y arrastra a la cabeza; la palma se queda sin utilidad, queda desconcertada.
  • Puffff, qué tontería. O no… En realidad me siento como en un lugar común; me da la impresión de estar en casa.
  • ¿Conoces esa sensación? —claro que la conoces (No me lo digas.)

Sin lamentos. No podemos tener cada día una misión que realizar. No sería justo, terminaríamos sin aliento. Y qué diablos, yo tengo mi orgullo (de todas maneras, ¿podríamos impedirlo?, tú y yo no somos nadie frente a ellos) ¿Inacción? No obstante, no me retracto ¿Miserable? (no creo). Me callo, salgo al jardín para sentir el olor de las flores y escuchar el zumbido de las abejas. El suave viento en la cara. Para hablar con las plantas y los árboles; gente sabia. Acariciar sus verdes hojas con cariño, como haría una madre con su hijo. Y no me digáis nada, por favor: lo que tengáis que contarme no me interesa, son paparruchas… Cuanto más serias y contundentes son vuestras palabras más me hacen sospechar. Mis oídos no están para vosotros.

No todos tenemos la misma suerte (Romeo no es lo que parece; mucho protagonismo,  mucho protagonismo, pero no deja de ser un imbécil que causa su propia muerte. Y no hay que olvidar que Tibaldo murió por su culpa. Las cosas nunca son lo que aparentan. Quizá Mercucio sea el tipo más interesante de la opereta; o al menos el más simpático. En eso estoy de acuerdo con Holden.)

Hades Gaudó

Nota a pie de página:  Como quiera que este espacio es reducido, tengo que restringir los ruegos habituales para que desde Europa se tomen medidas efectivas para ayudar a los refugiados. Ya sean sirios o africanos, sean subsaharianos o magrebíes, a todos lo que sufren. A pesar de los gravísimos problemas que ahora tenemos “en casa” por causa del Covid-19, el “coronavirus” dichoso, en Europa y en España no cejamos en el empeño: seguimos cerrando fronteras; continuamos levantando barreras, unas de espino y otras de papel, algunas —mucho peor— de acero invisible, barricadas custodiadas por cíclopes y dragones (malditas leyes e ideologías). Cientos, miles de muros y vallas siguen elevándose hacia los cielos en todo el mundo…. Cientos de miles, millones de personas, continúan sin poder ejercer uno de los derechos elementales del ser humano. Lejos de resolverse, la situación se agrava cada día más ¿Quién ha dicho que tenemos derecho a levantar vallas y a cerrar fronteras? ¿a quienes queremos engañar?

Y no queremos terminar sin volver a recordar un asunto puntual importantísimo para ayudar en España como es el de solucionar de una vez por todas la insoportable la situación española en el asunto de los  desahucios: cientos, miles de familias quedan en la calle porque la legislación española no soluciona la gran estafa que la Banca ha propiciado en las últimas décadas; auténtico pillaje que está dinamitando la cohesión social. A pesar de la grave situación actual, tampoco eso cambia y sigue su curso exactamente igual que hace unos meses. La Banca es implacable…

Y todo eso hay que hacerlo dejando aparte cualquier tipo de consideración ética y/o moral dejando de lado las ideologías, las creencias religiosas y las consideraciones económicas…, eso hay que hacerlo  simplemente PORQUE ES LO CORRECTO.

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