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Esta pandemia es probable que no sea la última y deberíamos haber aprendido muchas cosas

Desde el inicio de la andadura de la revista ZARABANDA, uno de los temas redundantes ha sido el asunto del desmantelamiento de empresas en nuestro país, para llevarlas a otros en los que supuestamente su producción era bastante más barata. Y seguro que entonces sería así, a costa de unos salarios de miseria y de la falta de derechos de los trabajadores. Pero a los empresarios eso nos les preocupaba, tampoco a nosotros consumidores cuyo único referente es el precio.

Como decía, década tras década hemos venido denunciando lo que después se ha venido en llamar `la deslocalización de empresas’. Por los años 80 yo mismo trabajaba en una empresa en Arganda, Johnson & Johnson, que llegó a tener cerca de dos mil trabajadores (mujeres mayoritariamente) y que desmantelaron de la noche a la mañana, para llevarse la producción a otro país. Y este es solo un ejemplo de los miles y miles de empresas, cuyos productos venden en Europa, pero los fabrican en países de Asia, Latinoamérica o África.

Pero esto solo obedece a una de las razones de por qué países como el nuestro son incapaces de fabricar ni tan siquiera una simple mascarilla. Con la llegada de la democracia y el primer gobierno socialista, la clase trabajadora pudo beneficiarse de algunos logros: libertad de expresión y asociación, sanidad universal, educación pública, prestación por desempleo,… Pero también se aplicaron los socialistas de Felipe González en desmantelar toda la industria y el tejido productivo, tanto el industrial como el agrícola y ganadero: se desmantelaron los altos hornos, las navieras, la industria de vehículos de tracción,…, poco menos que se regaló a familias influyentes, la industria petroquímica, la banca pública, las redes energéticas y de telecomunicaciones,…, se arrancaron las vides, la industria láctea y ganadera la hicieron desaparecer, etc. Todos los recursos en España se centraron en la industria del sol, la construcción y el turismo.

Es destacable que otros países de la recién estrenada Unión Europea, sí se impusieron para conservar en manos del Estado al menos algunas redes que configuraban la industria básica (comunicaciones, energéticas, eléctricas,…).

Posteriormente vinieron otras privatizaciones, como parte de la red de carreteras y autopistas, las líneas aéreas, las cajas de ahorros, correos,… Y más tarde se ha pretendido privatizar con mucho ahínco: el Canal de Isabel II, la Sanidad Pública, Caja Madrid (hoy Bankia), las pensiones, etc.

En esta carrera de los políticos de poner todos nuestros recursos y nuestra vida en manos privadas, de las áreas más afectadas son la Educación y la Sanidad Pública.

Mientras que el primer objetivo era garantizar la educación pública y de calidad a todos los niños y niñas españoles, ahora los gobiernos autonómicos (en los que están transferidas las competencias de Educación) se afanan por minimizar recursos en la pública y transferirlos a la escuela privada, en gran medida en manos de la Iglesia Católica y de empresas cuyo único fin es el negocio.

Lo mismo han pretendido con la Sanidad Pública. España es uno de los países europeos que menos presupuesto dedica a la Sanidad Pública y la Comunidad de Madrid (CM) la que menos de todo el reino. Las sucesivas presidentas de la CM se han afanado en el intento de privatización, tanto de la Educación como de la Sanidad. El ejemplo de Esperanza Aguirre es claro, mientras recorta presupuesto a los hospitales públicos, cierra alas enteras, reduce personal,…, se permite construir siete hospitales que nos costarán a medio plazo siete veces más de su valor real, y se los regala en gestión a sus empresas amigas (aunque nada tengan que ver con la vocación sanitaria).

Y de aquellos lodos, hoy nos hemos enfangado en estos barros, los del coronavirus: hospitales colapsados, faltos de personal y de material sanitario y de prevención necesarios. Para suplirlo ha habido que contratar miles de técnicos a la carrera, comprar material al mejor postor y a precios desorbitados, habilitar hospitales de urgencia y otros temporales, hoteles medicalizados, etc. Y poner a los ciudadanos a coser mascarillas, batas, protectores, respiradores,…, porque toda la industria básica está deslocalizada en la India, China o cualquier otro país y, puesto que la pandemia es global, primero son ellos y si sobra para los demás. Eso o lo pagas a lo que ellos quieran…

Cara nos han costado las privatizaciones, las deslocalizaciones y la falta de planificación ¿aprenderemos algún día?

JuanM del Castillo

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